Заметки на испанском: De lo que nada sucede por casualidad


Cada fin de semana vamos a casa de campo de mis abuelos. Nos sentimos muy a gusto allí, en una buena compañía, bebiendo café bajo un manzano. Tendimos una hamaca y colgamos una subibaja. Las ocupa nuestra hija. Yo me dedico a escardar y a recoger bayas (la fresa, la frambuesa, la grosella y la casis, la baya de madreselva y la uva crespa). Pronto madurarán los pepinos, los tomates y el gizante, las manzanas y las peras. Casi nunco me permito sentarme para ojear alguna revista o tumbar en la hamaca para escudriñar las nubes, siempre hay tanto trabajo. Pero me gusta, y después de unas horas bajo un sol ardiente aprecias más unos largos minutos de descanso bajo la sombra del manzano.
Entonces, el domingo pasado tuve la mala suerte de caer en la escalera. Y desde entonces luzco un enorme cardenal debajo de la rodilla izquierda. Ya ha menguado pero todavía no es posible llevar una falda o vestido corto, o unos shorts. ¡Y hace tanto calor! Este domingo saliendo a la calle en los pitillos (la única prenda que me queda con este cardenal) casi me desmayé con 33 grados. Decidí comprar un vestido largo, alguno de los que están en boga. No veía otra manera de superar este calor sofocante. Pero como estamos al cabo del segundo mes del verano ya no quedan muchos vestidos para elegir. No muchos es decir dos: un largísimo de color amarillo y otro ni largo ni corto de color entre esmeralda y jade con estampado de flores. Aposté por el segundo.
Hoy es el tercer día que lo llevo. Y cuanto más lo luzco más me gusta. Hoy por la mañana vestiéndome me dí cuenta de que llevar una prenda bonita aun me hace sentir mejor, más feliz. De immediato tengo ganas de desencogerme de hombros, sonreír a mi reflejo en el espejo. Como todo el mundo de repente se ha teñido de colores más vivos y optimistas.
Y creo ahora que desde hoy voy a vestirme de manera que aun la ropa me aporte un toque de felicidad
Ha sido un ejemplo de como un desgraciado cardenal puedo cambiar tu punto de vista sobre la vida)

Y también esta experiencia me ha convencido de que nada sucede por casualidad. Si no me hubiera deslizado en la escalera, no habría tenido un cardenal. Y si no hubiera tenido un cardenal, no habría para que comprar un precioso vestido. Y si no hubiera comprado el vestido, habría perdido muchas emociones positivas experimentadas ya y por experimentar.

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